sábado, marzo 10, 2018

Prostitución, PIB y Marxismo

El negocio de la prostitución (prostitución femenina) puede considerarse como el máximo exponente de la explotación en el modo de producción capitalista de corte patriarcal por un triple motivo: 1) las prostitutas juegan el papel de sujetos asalariados dependientes de proxenetas en un marco de relaciones sociales de producción capitalistas, 2) las prostitutas sufren un grado de explotación adicional (en sentido amplio) derivado de su condición de mujeres, y 3) los cuerpos de las prostitutas son mercancía en sí cuyo valor de uso es la satisfacción del deseo sexual de los hombres. Efectivamente, ningún otro sector de la clase trabajadora es víctima de tan elevado nivel de explotación (por supuesto, esta afirmación está sujeta a debate pues, por ejemplo, también debería tenerse en cuenta la cuestión de la prostitución masculina e infantil).

Como sabemos, el carácter productivo o improductivo del trabajo se determina socialmente, pues este hecho no depende de la naturaleza del trabajo particular, de su técnica o del resultado material que produce, sino que viene determinado por las relaciones sociales de producción en las cuales se realiza. Un mismo trabajo puede ser productivo o improductivo si, por ejemplo y respectivamente, se encuadra dentro del marco de apropiación de plusvalía por parte de un capitalista o es comprado por parte de un consumidor con objeto de disfrutar de un valor de uso. Así, mientras que la mujer que, por ejemplo, se prostituye en un prostíbulo realiza un trabajo productivo al existir un proxeneta que juega el rol de capitalista, aquella que se prostituye por cuenta propia ejerce una actividad mercantil de naturaleza improductiva (no genera plusvalía). Aun en este último caso, las razones 2) y 3) expresadas en el primer párrafo siguen siendo válidas.

A consecuencia de un reglamento procedente de la Comisión Europea, desde el año 2014, en el cómputo del PIB (Producto Interior Bruto) español, se tienen en cuenta ciertas actividades ilegales tales como la prostitución (recordemos que el PIB es la cuantificación monetaria del conjunto de bienes y servicios producidos en una economía). Como resultado de ello, a partir de septiembre de ese mismo año el PIB español experimentó un aumento considerable al añadírsele 46.000 millones de euros de acuerdo con el cálculo realizado por el INE (Instituto Nacional de Estadística). Independientemente del carácter manifiestamente contradictorio y cínico del hecho de considerar ilegal y criticar una actividad como el negocio de la prostitución mientras se permite de facto y se computa su impacto en el PIB (con las implicaciones que ello conlleva para toda la sociedad), se desea manifestar que esto último tiene completo sentido.

El SCN (Sistema de Contabilidad Nacional) español sigue un enfoque ortodoxo a la hora de calcular el PIB por el que, en esencia, se estiman como productivas todas las actividades que, por lo general, implican una transacción monetaria (no necesariamente creadoras de plusvalía). Sin embargo, desde un punto de vista heterodoxo o marxista, como ya hemos indicado, las actividades productivas son todas aquellas que, en el marco de las relaciones sociales de producción capitalistas, son generadoras de plusvalía. Desde este paradigma resulta evidente que el negocio de la prostitución debe ser incorporado en el cálculo del PIB de acuerdo con lo discutido anteriormente, sin perjuicio de que en una sociedad socialista la prostitución ha de encontrarse efectivamente abolida. A este respecto, aun superadas las relaciones sociales de producción capitalistas, y corregido el sesgo patriarcal de la sociedad, el ejercicio de la práctica sexual como actividad mercantil improductiva continúa configurando el cuerpo humano como mercancía. Dado que el socialismo aspira a la superación de la explotación del hombre por el hombre en sentido amplio, las relaciones sexuales han de quedar relegadas del terreno de los valores de cambio en la nueva sociedad.

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