lunes, abril 06, 2020

¿Dónde Estás?

Y, de pronto, allí estaba yo, en aquella vivienda que tanto recordaba a la de mis padres, sentado a la mesa del patio junto a unos amigos catalanes que residen fuera de Cataluña. ¿O era junto a unos amigos de fuera de Cataluña residentes en esta nacionalidad histórica? No lo sé, todo era confuso, pues las múltiples realidades se entremezclaban. Recuerdo alzar la vista e identificar esa unión entre la terminación de una buhardilla con ventanucos de madera y una terraza ajena. En ese patio, mis indefinidos anfitriones estaban en compañía de una amiga: una preciosa chica rubia de ojos claros (ella). Yo la miraba a los ojos y notaba algo verdaderamente extraño. El color de sus iris cambiaba siguiendo un gradiente suave constante y uniformemente en el tiempo. Pareciera que quisiera hipnotizarme, y, en cierto modo, lo logró, pues yo percibí un agradable cosquilleo en el estómago.

El tiempo fue pasando en ese ambiente tan familiar. De un modo tácito, la complicidad entre ella y yo fue creciendo rápidamente. Seguíamos, como no podía ser de otra forma, en compañía de nuestros anfitriones, y, en el momento oportuno, ella bromeó con la posibilidad de que tuviésemos un hijo juntos. El torrente de comunicación no explícita resultaba desbordante. Qué hermosa conexión. Yo advertí un halo de verdad en sus palabras y, por vez primera, decidí lanzarme a besar sus labios que recibieron los míos con ternura.

Quizás, y sólo quizás, mucho más tiempo transcurrió entonces. Nuestra relación fue creciendo sólidamente. Ella era un bello ser que me ayudaba a mejorar en todos los aspectos a la par que me aceptaba tal y como era. Un determinado día, nos encontrábamos juntos en una habitación que parecía ser idéntica a aquel pequeño rinconcito que me ha visto crecer, a aquella mi guarida durante los primeros veintisiete años de mi vida. Estábamos desnudos de la forma más pura posible. Cerré la puerta de la habitación y, en el centro de la misma, bajo la luz de la lámpara de tulipa cónica plástica nos fundimos en un abrazo. La luz artificial resaltaba las grotescas imperfecciones de su espalda que yo acariciaba con mis manos. Sentía que tales imperfecciones no me importaban en absoluto. En ese mágico instante sólo me inundaban la paz y la felicidad: estaba profundamente enamorado de ella.

Respiración agitada, desasosiego… desperté. ¿Qué significa todo aquello? ¿Cómo debo interpretar todos esos elementos que vienen siendo recurrentes? Quizás deba volver para culminar una nueva y necesaria síntesis. Quizás deba volver porque estás allí, cerca de mis raíces, de lo que me hizo ser lo que soy y que bien añoro. La perenne contradicción, la dialéctica, a fin de cuentas, como motor también de la vida personal. Signifique lo que signifique, me resulta inevitable evocar, una vez más, a Adaś Miauczyński, protagonista de Dzień świra. ¿Dónde estás?

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