Pienso que nuestros sentimientos realmente son muy difusos, reducidos a poca variación y similares frente a estímulos externos que consideramos diferentes pero que, en realidad, no lo son. Por ello, creo que ya he escrito, en cierto modo, bastante sobre esta temática que no sé muy bien definir pero que pienso que está relacionada con la ansiedad que produce la finitud de la existencia.
Hay días grises, donde el movimiento en las calles es reducido, donde impera el silencio… momentos perfectos para la introspección inadvertida. El frío corta la piel, el aire mueve el débil cabello y el agua fina que cae del cielo penetra en mí paulatinamente. Me encuentro en la calle, frente a un lugar triste por lo que evoca. Ese lugar está principalmente ocupado por personas, las cuales no presentan la culpa directa de esa destellante tristeza. Entonces, todo es propicio. La mentada introspección inadvertida se adueña de mí y, como si de una gramola aleatoria se tratase, mi cerebro reproduce un pedacito de alguna pieza musical que supone ser un marcador temporal. Cualquier pieza musical es un marcador temporal. Supone la traslación de nuestras emociones y consciencia a un punto pasado en nuestra vida. Destiny, de la banda finesa Stratovarius, me hizo sentir que, personas que ya partieron de aquí, vuelven a estar en este mundo. También me hizo recordar a la gente que aún permanece, con otra óptica; desde la juventud, la alegría, los recuerdos… Fui consciente, por un instante, de que el tiempo pasa rápidamente, mientras estamos al lado de las personas importantes sin apenas mostrar importancia por ello y dejando escapar, sin mucho esfuerzo, el tiempo como el agua que se escurre entre los dedos… sin valorar, tal y como en estos momentos de introspección lo hacemos, a la gente que nos quiere y ayuda en nuestra vida cotidiana.
Más tarde volví a casa, junto a ellos, volviendo todo, irremediablemente, a ser como era anteriormente al efecto del marcador temporal.
Hay días grises, donde el movimiento en las calles es reducido, donde impera el silencio… momentos perfectos para la introspección inadvertida. El frío corta la piel, el aire mueve el débil cabello y el agua fina que cae del cielo penetra en mí paulatinamente. Me encuentro en la calle, frente a un lugar triste por lo que evoca. Ese lugar está principalmente ocupado por personas, las cuales no presentan la culpa directa de esa destellante tristeza. Entonces, todo es propicio. La mentada introspección inadvertida se adueña de mí y, como si de una gramola aleatoria se tratase, mi cerebro reproduce un pedacito de alguna pieza musical que supone ser un marcador temporal. Cualquier pieza musical es un marcador temporal. Supone la traslación de nuestras emociones y consciencia a un punto pasado en nuestra vida. Destiny, de la banda finesa Stratovarius, me hizo sentir que, personas que ya partieron de aquí, vuelven a estar en este mundo. También me hizo recordar a la gente que aún permanece, con otra óptica; desde la juventud, la alegría, los recuerdos… Fui consciente, por un instante, de que el tiempo pasa rápidamente, mientras estamos al lado de las personas importantes sin apenas mostrar importancia por ello y dejando escapar, sin mucho esfuerzo, el tiempo como el agua que se escurre entre los dedos… sin valorar, tal y como en estos momentos de introspección lo hacemos, a la gente que nos quiere y ayuda en nuestra vida cotidiana.
Más tarde volví a casa, junto a ellos, volviendo todo, irremediablemente, a ser como era anteriormente al efecto del marcador temporal.
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