A Irene
Oscuridad de brillo cegador
en incontables ocasiones,
serie de otoñales errores
que me hacen estremecer,
mas me da igual su destino,
tu pensamiento ahora me inunda
y todo lo que me atribula
es poder volverte a ver.
Serie de invernales fortunas
con dificultades manifiestas,
mas si el amor a cada rincón llega
el intento no ha de perecer,
y esa unidad indisoluble,
surgida de óbices y estorbos,
es así llevada a corso
a las puertas del placer.
Cabellos áureos,
vivos ojos almendrados,
largos labios sosegados,
divina proporción,
la razón de crecimiento,
el mecanismo dorado
de tu aliento espirado
que dirige mi timón.
Por mor de la inconsciencia
serie de primaverales yerros,
me conducen al averno
lejos de tu memoria,
y aun viviendo del recuerdo,
y aun nutriendo los anhelos,
estimado lo perdido
mi ser se halla otrora.
Y entonces el vacío,
tú luz de faro que me guías,
que das significado a mi vida,
te desvaneciste en el horizonte,
y vagando por esta yerma tierra,
sin propósito ni consuelo,
aún aferrado al sueño
de amarnos en los estertores.
¡Oh, musa mía!,
verecundo de la laceración causada
por mor de la insensatez desalmada
a tu esencia y alma divinas,
¿cómo resarcir este mal?,
¿a qué o quién he de rogar
para este pecado expiar,
para así suturar las heridas?
Cabellos áureos,
vivos ojos almendrados,
largos labios sosegados,
belleza divina,
venturoso mi ser
por cruzados los caminos,
pasatiempo del destino,
por siempre amada mía.
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