Gracias por darme paz,
maestro de los colores, las navajas y la luna.
Más que nunca necesito tu equilibrio,
junto con el de todos tus compañeros,
de manos gélidas y blanco atormentado.
Detalles miles congestionan mi materia amarilla.
Me obnubilan, me gritan, me apartan de mi sino.
El tiempo ahoga y no deseo alejarme de la realidad,
perentoria en sus formas, que estrecha el cuello.
Té verde, hierbabuena y otras hierbas.
Paseo desolador en un día gélido como el infierno.
Mi materia amarilla se va desaturando al fin.
Gracias, de momento, maestro paisano.
No dudes que iré a verte,
allá donde reposas blanco, al menos mundanamente.
Paraje republicano, pedalada sin remanso.
Liberación de la presión por escape y ¿vuelta a la calma?
Qstat, qstat, qstat...
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