sábado, julio 01, 2017

¿Cómo lo Hacemos?

Las condiciones de contorno de un momento dado junto con su dinámica determinan irremediablemente el devenir histórico. El análisis de las primeras nos permite prever y modificar el futuro, algo que los comunistas hemos de aprovechar con el objetivo de la transformación social. Así, ¿qué ocurre en la actualidad? De una parte tenemos a las clases populares, las cuales básicamente emplean su existencia en ser explotadas por los capitalistas en pos de la supervivencia de ambos segmentos. Por lo general, las clases populares no disponen del tiempo ni de las condiciones necesarias para crear una cultura extensiva de impacto. Así, por ejemplo, sus condiciones económicas hacen que tengan que vivir insertadas en núcleos que han de ser atendidos, concentrados en grandes urbes, en muchas ocasiones en situación de hacinamiento. Resulta evidente la prominencia del ruido ambiental en tal escenario, dificultando también este hecho la capacidad de atención y reflexión de los segmentos populares. Por el contrario, estos segmentos son elementos pasivos, esto es, consumidores de la cultura proporcionada por las capas dominantes, la cual es un garante del orden reinante. No obstante, sí es posible que algún elemento más comprometido de las clases populares consiga crear cultura, si bien carece de las herramientas para una difusión de impacto debido a su pauperización. De otro lado tenemos a las clases dominantes, que son sostenidas por las clases populares y, por tanto, poseen unas condiciones materiales de existencia apropiadas para la creación de la cultura hegemónica que sostiene el orden de cosas. No obstante, existen facciones más sensibles dentro de estas clases dominantes que exhiben un compromiso social generando parte de la llamada contracultura. Es decir, en dichas facciones y únicamente en dichas facciones se localiza la semilla que posibilita la activación del motor del cambio, esto es, la activación de la vanguardia de la clase trabajadora. Esta noción se confirma recurrentemente a lo largo de la historia. Así, Karl Marx o Charles Fourier (inventor de los falansterios en el siglo XIX) provenían de familias de negociantes más o menos acomodadas. Otro ejemplo es Trotski, quien, aparte de proceder de una familia de terratenientes de clase media de origen judío, pasó varios años de su vida con un familiar de clase alta en Odesa (Ucrania), donde disponía de literatura muy variada que consumía. Otros ejemplos son Lenin, Bakunin, Kropotkin, etc.

Figura 1. Síntesis del escenario discutido en el presente escrito.

Del anterior análisis se desprende consistentemente que es preciso que estas facciones de las capas acomodadas socialmente comprometidas creen y hagan llegar la contracultura al pueblo para así subvertir el orden de cosas. Es decir, esto último es condición sine qua non para que las clases populares adquieran las condiciones subjetivas para la revolución socialista. El escenario descrito en estos párrafos se sintetiza en la Figura 1.

En resumen, se requiere que las facciones acomodadas socialmente comprometidas arrebaten para sí parcial y progresivamente los cauces de transmisión de la cultura hegemónica por el bien común. En este punto surge de nuevo la problemática de, porque las clases dominantes no socialmente sensibles ostentan el poder, pueden ejercer éste para evitar la pérdida del mismo. Véase como ejemplo sencillo un caso que personalmente me es cercano: el profesor universitario titular que no promociona a catedrático por su compromiso social. Así, es imposible alterar la estructura universitaria o impactar en los planes de estudio con un fin transformador de carácter social. No se puede combatir contra monstruos mediante métodos artesanales, sino que es necesario arrebatarles cuota de poder. Concluyo este escrito con un llamamiento a la reflexión colectiva: ¿cómo lo hacemos?

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